jueves, 5 de septiembre de 2013

Tengo ganas de comerte a mordiscos, de comerte hasta la sonrisa.

Me vas a tener que perdonar, pero me importa muy poco lo que te pongas si luego te lo voy a quitar. En esta habitación me sobra de todo menos tú. Así que deshazte de todas las cosas que tengas, y tíralas donde no pueda verlas. A ti no sé, pero a mi suelo le combina de puta madre el color azul de tu camiseta.
Es la última vez que te lo digo, o te entregas o te desarmo ahora mismo. No sé si sabrás de verbos, pero voy a conjugar mi lengua con la tuya en todos los tiempos. De ninguna de las maneras des marcha atrás. No justo cuando acabas de sacarte el permiso de conducir tus manos por mi cuerpo. Me vas a tener que perdonar, pero no seguiré ningún código, y menos de conducta. Lo único que vas a poder cambiar de mi próximo movimiento es el ritmo y la temperatura. Y creeré en nosotros, aunque solo sea hasta que lleguemos al punto de huida, a ese momento de salida. A ese trato de no volver a caer, y a ese intento nulo de no confundir el "ni una más" por "ni uno más que no sea él".

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