Me vas a tener que perdonar,
pero me importa muy poco lo que te pongas si luego te lo voy a quitar. En esta
habitación me sobra de todo menos tú. Así que deshazte de todas las cosas que
tengas, y tíralas donde no pueda verlas. A ti no sé, pero a mi suelo le combina
de puta madre el color azul de tu camiseta.
Es la última vez que te lo digo, o te entregas o te desarmo ahora mismo. No sé
si sabrás de verbos, pero voy a conjugar mi lengua con la tuya en todos los
tiempos. De ninguna de las maneras des marcha atrás. No justo cuando acabas de
sacarte el permiso de conducir tus manos por mi cuerpo.
Me vas a tener que perdonar, pero no seguiré ningún código, y menos de
conducta. Lo único que vas a poder cambiar de mi próximo movimiento es el ritmo
y la temperatura. Y creeré en nosotros, aunque solo sea hasta que lleguemos al
punto de huida, a ese momento de salida. A ese trato de no volver a caer, y a
ese intento nulo de no confundir el "ni una más" por "ni uno más
que no sea él".
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